En ese tiempo sin tiempo de la infancia había señales ...supongo que sin premeditar,las coincidencias se repetían día a día en Ciudadela .
El día comenzaba con mi padre frente a mi cama despidiéndose antes de salir a trabajar.Tenía como rutina hacerme una pequeña representación de títeres empleando algunos de mis juguetes,que en la penumbra cobraban vida y murmuraban solo para mí.
Luego yo ,volvía a dormir, a soñar que volaba y despertar nuevamente con el aroma del café con leche o una chocolatada.
La calle era una vereda amplia y el cielo liberado por la poca altura de las casa de mi vecindad y los jardines a la calle ,mostraba,a quien quisiera comprobarlo que apenas serïan las diez y se podía seguir jugando un buen rato.
El pulso de los colectivos transportaban disimuladamente minutos,horas y pasajeros indiferentes.
El almuerzo convocaba a la charla con mamá y las comparaciones con Fabián,mi hermano menor.A veces favorables y a veces contrarias ...estas comparaciones nos fueron diferenciando en gustos y dedicaciones.
Casi siempre se suponía una siesta para nosotros dos mientras el sonido del agua cargando una olla que cantaba de grave a agudo me recordaba que mi madre estaba baldeando el pasillo y perfumando el aire con el PINOLUX y la tierra mojada donde sombreaba apenas el árbol frente a mi casa.
A la siesta le sucedía una nueva condición de travesuras varias con los pibes de al lado y de enfrente....batallas campales ... o largas escondidas gritonas y tramposas......secretos de infancia....una mirada vergonzosa para alguien que nos gustara demasiado.
Los abuelos de la cuadra sacaban sus reposeras y termos ..o sus radios portátiles a la vereda y una vigilancia chismosa se apoderaba de nuestros desmanes infantiles.
El sonido de a campanas que llegaban como letanía desde de la iglesia San Antonio indicaban que lo bueno llegaba a su fín.....y mi nombre gritado por mi madre desde el umbral ponía un cierre definitivo a los juegos y transacciones varias de figuritas o bolitas.
Mi padre regresaba del trabajo bajo un cielo estrellado y de sus bolsillos podía surgir una bolsita de Topolín, el chupetín con sorpresas de juguetes ,o pastillas de refresco.
La noción de semana surgió por apreciar la llegada de mi abuelo
cargado de dulzuras,historias y consejos...y la idea de que se cumpliría un año se fundaba en las fiestas de cumpleaños,las navidades y las hojas otoñales.
Ahora que soy mayor vuelvo a mis viejas sensaciones de un tiempo marginal a los relojes...y marco los instantes de mi vida en parámetros inexactos de felicidad o pena.
El día comenzaba con mi padre frente a mi cama despidiéndose antes de salir a trabajar.Tenía como rutina hacerme una pequeña representación de títeres empleando algunos de mis juguetes,que en la penumbra cobraban vida y murmuraban solo para mí.
Luego yo ,volvía a dormir, a soñar que volaba y despertar nuevamente con el aroma del café con leche o una chocolatada.
La calle era una vereda amplia y el cielo liberado por la poca altura de las casa de mi vecindad y los jardines a la calle ,mostraba,a quien quisiera comprobarlo que apenas serïan las diez y se podía seguir jugando un buen rato.
El pulso de los colectivos transportaban disimuladamente minutos,horas y pasajeros indiferentes.
El almuerzo convocaba a la charla con mamá y las comparaciones con Fabián,mi hermano menor.A veces favorables y a veces contrarias ...estas comparaciones nos fueron diferenciando en gustos y dedicaciones.
Casi siempre se suponía una siesta para nosotros dos mientras el sonido del agua cargando una olla que cantaba de grave a agudo me recordaba que mi madre estaba baldeando el pasillo y perfumando el aire con el PINOLUX y la tierra mojada donde sombreaba apenas el árbol frente a mi casa.
A la siesta le sucedía una nueva condición de travesuras varias con los pibes de al lado y de enfrente....batallas campales ... o largas escondidas gritonas y tramposas......secretos de infancia....una mirada vergonzosa para alguien que nos gustara demasiado.
Los abuelos de la cuadra sacaban sus reposeras y termos ..o sus radios portátiles a la vereda y una vigilancia chismosa se apoderaba de nuestros desmanes infantiles.
El sonido de a campanas que llegaban como letanía desde de la iglesia San Antonio indicaban que lo bueno llegaba a su fín.....y mi nombre gritado por mi madre desde el umbral ponía un cierre definitivo a los juegos y transacciones varias de figuritas o bolitas.
Mi padre regresaba del trabajo bajo un cielo estrellado y de sus bolsillos podía surgir una bolsita de Topolín, el chupetín con sorpresas de juguetes ,o pastillas de refresco.
La noción de semana surgió por apreciar la llegada de mi abuelo
cargado de dulzuras,historias y consejos...y la idea de que se cumpliría un año se fundaba en las fiestas de cumpleaños,las navidades y las hojas otoñales.
Ahora que soy mayor vuelvo a mis viejas sensaciones de un tiempo marginal a los relojes...y marco los instantes de mi vida en parámetros inexactos de felicidad o pena.
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